Wednesday, August 29, 2007


Rubén Curamil (el de la izquierda), José Naín (a la derecha) y yo al centro. Un reencuentro, después de muchos años. Ambos fueron mis alumnos en sus primeros años por el mundo de las letras y los números.

Una mirada hacia mi origen

Recuerdo aquellos años, en que mi infancia transcurría entre el olor a pan caliente saliendo de la cocina de mi abuelita y mi querida escuela básica, en Ercilla. Compartí, jugué, lloré y reí ahí, con muchos compañeros de origen mapuche, sin comprender entonces lo que significaba la palabra discriminación. Hoy, creo que tampoco la entiendo mucho, a pesar de ver en mi propia tierra come ella se hace realidad. Más tarde, avanzando en mi edad cronológica y por esas casualidades de la vida, trabajé como docente en la comunidad de Temucuicui y Chacaico, ambas en la comuna de Ercilla. Hermosos momentos vividos desde lo profesional y desde lo humano. Aún recuerdo el olor a tierra mojada cuando comenzaba a llover, a los niños corriendo a la escuela cuando llegaban sus profesores, el rugir de los frondosos árboles que bailaban al compás del viento en invierno, a muchos apoderados, amigos y amigas mapuche que de algún modo confiaban en nosotros para que sus hijos e hijas tuvieran un mejor futuro, una vida más justa y más equitativa. ¿Utopía o realidad?
En estas breves palabras quisiera reconocer en José Naín Curamil a un jóven mapuche esforzado, valiente e inteligente, que con mucho esfuerzo y con el acompañamiento incondicional de su familia, especialmente, su madre, pudo salir adelante, venciendo muchas barreras. Hoy está con un proyecto concreto, espero que todo le salga bien y que pueda ir por el mundo rompiendo los muros que impiden al hombre encontrar la verdadera libertad. Espero que esto así sea, por él, por su familia, su pueblo, su historia.